Tierra Serena VIII

-Buenas noches, querida Dama –dijo el brujo desde las profundidades de la capucha negra que cubría casi sus facciones, haciendo que las palabras se arrastrasen como serpientes hasta el lecho donde descansaba su amante-. Espero que hayáis descansado bien...
Eli-zabad, totalmente desconcertada, no supo cómo reaccionar a tales palabras. No tenía ni idea de lo que hacía en aquella estancia del castillo. Era la primera vez que veía lo que evidentemente era el sanctasanctórum de lord Sergei. Intentó que su mirada se mantuviera fija en los ojos del señor del castillo. La curiosidad la impelía a observar los extraños objetos con más detenimiento. "Tal vez", pensó para sí misma, "los rumores que circulan alrededor del Duque del Castillo Raven, el Duque Negro, sean más ciertos de lo que se dice...". No pudo evitarlo, y volvió a mirar la decoración de la sala. La esfera palpitante y blanca atraía su atención. Era tan... hermosa. Pura. Si sólo...
La voz de lord Sergei la devolvió a la realidad, rompiendo el hechizo.
-No me contestáis, mi querida Eli-zabad. Se os nota un poco conmocionada, querida –insinuó el brujo, llevándose las manos a la capucha y retirando ésta de su cara. El efecto fue sobrecogedor. "El Duque Negro...". Las brasas emitieron un chasquido, devolviendo a Eli-zabad, otra vez, a la realidad.
-N-no... No, milord –contestó ella, recordando su actual situación de repente-. Por supuesto que no –añadió, intentando sin conseguirlo imprimir un tono de tranquilidad a su voz. Incluso ensayó una sonrisa...
...que lord Sergei captó al instante y que, con una sola mirada de autocomplacencia, consiguió desmontar. O casi.
-Milord, yo querría...
-...saber qué hacéis en mi laboratorio, desnuda, arropada por las sábanas de mi cama, ¿no es cierto? –completó el hechicero. La sonrisa que bailaba en sus ojos pasó a las comisuras de su boca. Eli-zabad tembló al ver la sonrisa. Pero no era de miedo.
El poder de seducción de aquella sonrisa era bien conocido en el reino. Más de una hija de noble cuna había caído bajo el influjo de aquel simple movimiento de los labios. Era una sonrisa que prometía un oscuro romance, una placentera visita al dominio de la lujuria, el descubrimiento de las negras pasiones que todo corazón sentía nacer de vez en cuando. Pero que él prometía eternas... La sonrisa que dedica el zorro a la gallina, la mirada de la víbora al ratón. Ella conocía por propia experiencia el poder dentro de esos leves y apenas insinuados gestos. Y sabía que no haría nada por resistirlos... Sí, tal vez sí que temblara de miedo...
-Bueno, no os preocupéis –continuó el Duque, avanzando lentamente hacia Eli-zabad, la cual sólo se daba cuenta de que la cara de él llenaba cada vez más su campo de visión, eliminando todo lo demás, difuminándolo como si de acuarelas se tratara-. Debéis comprender que mientras dure vuestra estancia en mi castillo, debo asegurarme que gozáis de todas las protecciones que os pueda facilitar...
-¿P-protecciones? –tartamudeó ella, refugiándose contra los almohadones de la cama, mientras sentía cómo la cálida presencia de lord Sergei empezaba a rodearla a pesar de que él se encontraba todavía a varios metros de la cama-. ¿P-podéis e-explic-caros, mi señor Sergei...?
-Por supuesto, mi Dama Eli-zabad –respondió él. Su oscura figura, envuelta en aquella túnica de terciopelo negro bordada con hilos de plata, acortó despacio la distancia que la separaba de ella-. El reciente incidente acaecido sobre vuestra persona me obliga a protegeros como la invitada que sois en mi castillo...
La joven se llevó una mano a la cabeza, palpando los bordes irregulares de su cabello, destrozado a tijeretazos por su marido. La blanca y sensible piel de su cuello ardía, se consumía, como si fuera en ese momento en que la marcara como una vulgar res. Sus dedos recorrieron el dibujo del sello grabado a fuego. "Un escudo para el que no necesita escudo..."
-P-pero mi señor Duque –protestó Eli-zabad, ruborizada-. Mi señor marido...
-...no debería trataros como a una mula de carga reticente a cooperar, sí –la cortó la suave voz de lord Sergei-. Tenéis toda la razón –ya se encontraba a su lado, dominándola desde la altura, como un dios protector y compasivo. Un dios cariñoso y atento-. Por eso he decidido encargarme personalmente de vuestra seguridad. Mi noble y fiel subordinado no volverá a tocaros un dedo, os lo aseguro.
Y volvió a sonreír. Su cara estaba a tan sólo unos centímetros...
...y en ese momento unos secos golpes en la puerta retumbaron en la amplitud de la estancia, rompiendo el hechizo y devolviendo a Eli-zabad al mundo real. Un poco atontada, como si le pesara la cabeza, oyó que el Duque recibía a alguien en la puerta. Se le oía enojado, pese a que poco alcanzaba a escuchar de la conversación.
-...Has hecho bien –decía lord Sergei-. Ahora... el correo... Zhura.
-...Sí, mi señor –contestaba la otra voz, rasposa y grave-. La Torre... espías... ¡malditos thrillianos! Valiente idea... bravo y respetado... Emperador, mi señor.
-Perfecto –dijo el Duque, y se le notaba contento-. Consigue... audiencia breve... esposa... recompensado.
-...haré, mi Duque.
La puerta volvió a cerrarse con un golpe sordo que creó ecos en la gran habitación. Pasos sosegados unidos al suave deslizar de la tela sobre el suelo alertaron a Eli-zabad de que el señor volvía hacia la cama, hacia ella.
-Bueno, mi querida Dama –dijo el señor con voz apenada-. Debo ausentarme unos momentos. Ya sabéis, deberes de estado –añadió con una risilla despectiva-. La sala estará guardada, a pesar de que no veáis a nadie -la instruyó-. No os preocupéis, por tanto.
-¿Q-qué he de hacer, mi señor Duque? –preguntó ella, todavía intentando devolver su mente y su concentración al mundo real-. Debo esperaros o...
-Haced como si estuvieseis en vuestras propias habitaciones, querida –dijo, mientras se daba la vuelta y se acercaba hacia la puerta, dispuesto a marcharse-. Sed, simplemente, vos misma. Aunque –añadió, deteniéndose un momento y girando levemente la cabeza hacia ella- debo deciros que, por vuestro propio bien y el de los que vivimos en este castillo, no toquéis la esfera –echó a andar de nuevo. Su mano derecha abrió una de las hojas de la puerta, atravesando el umbral a continuación-. No estáis preparada todavía, querida.

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1 errantes soñaron:

sdf dijo...

Entretenida.

Me gustaron las descripciones del animo de los personajes que enriquecían lo que imaginaba mientras leía.

Encontré un poco intrincado el lenguaje poco casual, me hizo la lectura mas lenta.

Bastante bueno. Agradezco hayas expuesto esta pieza.