Pensamientos pre-Madrid

Hola a todos.
Disculpad este parón navideño, pero es que estoy disfrutando de unas vacaciones con Jezabel lejos del mundanal ruido.
Hoy vamos a ir a Madrid, a visitar a Copépodo y a Alfie y ver la Exposición sobre Star Wars que hay en la capital. Ya os contaré.
No obstante, no me he podido resistir a escribir esto:

Son las 7:30 de la mañana. Jez y yo nos acabamos de levantar y desayunamos frente a la tele, con la misma cara que tendría un oso al despertarse tras el invierno.

Yo- Creía que la TDT iba por tierra.
Jezabel- Claro, está referido al planeta Tierra.
Yo- ... ¿eh?
Jezabel- Sí, ¿no?
Yo- ... ¿eh?
Jezabel- Estooo... Yo pensaba que era por unificar. Ya sabes, para cuando colonicemos Marte y otros planetas... "Terrestre" de la Tierra... Ya sabes... Para diferenciar...
Yo- ... Sí... Claro...
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Compras, compras, compras...

La vida está llena de absurdos.
Uno de ellos está teniendo lugar en estos momentos: la Navidad.
Calles colapsadas de tráfico, gente de un lado para otro cargada de paquetes, colas kilométricas en las carnicerías y pescaderías, los mismos villancicos machacones en todas partes...

Y yo me pregunto: ¿Sólo se hacen regalos y se desea buena fortuna en estas fechas?
Y me respondo: Sí. El resto del año todo son malas caras y sálvese el que pueda. Pero ahora la gente sonríe, ríe y canta como nunca. La generosidad se desborda, las familias se reencuentran y los niños son felices porque les va a traer regalos un tipo gordo y barbudo que, según los de Coca-Cola, va vestido de rojo. Si la hipocresía fuera un negocio, en diciembre hacía su agosto.

Pero hoy me voy a tragar un poco mi modo de pensar y seré también algo hipócrita.

Así que hala: ¡Feliz Navidad!

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Reto aceptado

En el blog de Barbijaputa, la susodicha lanzó un reto a unos cuantos habituales de sus... reflexiones metafísicas.
"Vosotros! remilgados! os reto a todos a que colguéis en vuestro blog un post con canciones que os avergüencen!!!" Decía ella.

Bueno, pues resulta que no hay ninguna canción de la que pueda avergonzarme (mi gusto musical es, simplemente... muy peculiar). Pero como el reto está ahí para recogerlo, lo que voy a hacer es postear (para mi vergüenza) las intros de las series a las que estaba enganchado de pequeño.
Espero que esto no lo lea mi madre...

Bioman
Bien, empezamos fuerte. Yo adoraba esta serie. ¡Los Power Rangers son unos mierdas a su lado!


La Aldea del Arce
¿Ñoñerías? He de confesar que estaba secretamente enamorado de la conejita...


Noeli
¡Toma ñoñerías! Es que a veces me doy asco a mí mismo...


En Laponiaaaa, hace fríiiiioooo...
Pero yooo me ríiiooo...

Mofli, el Último Koala
Yo lloraba con esta serie...


¡Aplaude, Paolo! ¡Aplaude!

Bravestar
Absurdo, totalmente absurdo.


Atención a los seres malvados del segundo 23.

Droids
Lo mejor es que me ponía a bailar la canción... que no es bailable.


...and R2-D2 as himself...

Los Ewoks
¡De acuerdo! ¡Lo confieso! Adoraba a esas bolas de peluche.


¡Defendemos con los dientes nuestra civilización!

Dragones y Mazmorras
No comments.

¡Dios! Vaya efectos sonoros.
¡Y la canción es magistral! Aunque en la intro no aparezca entera...

No os creáis que sólo veía estas series. En mi infancia existieron muchas más: Chicho Terremoto, Los Aurones, Los Caballeros del Zodiaco, La Patrulla Galáctica, Alfred J. Kwak, Los Verdaderos Cazafantasmas... de las cuales NO me avergüenzo.

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Tierra Serena V

Sir Ilan se inclinó ante su señor, saludándole con aparente respeto y sumisión. Al levantarse, cuando las miradas de ambos se encontraron, saltaron chispas: no era la típica y más o menos estable relación entre vasallo y señor, desde luego. Era la competencia entre rivales, si no enemigos, y la conciencia en cada mirada de que el más mínimo fallo podía hacer caer a cualquiera de los dos en manos del otro.
Sir Ilan dedicó a lord Sergei la más cínica sonrisa de su repertorio.
-¿Y bien? –inquirió, con una marca de desprecio impresa en su voz tan levemente que sólo un auténtico experto podría saborearla.
-Conocéis la forma apropiada de dirigiros a mí –contestó su interlocutor con aire distraído, aunque en realidad ambos sabían que en aquella sala todos estaban al acecho.
-¿Y bien, milord? –el acento cáustico que Sir Ilan le imprimió a la palabra la volvió casi más insultante que su ausencia.
Lord Sergei sonrió para sí. No era una sonrisa agradable, incluso para todos aquellos que no podían verla. Sus labios no se movieron, pero cualquiera que pudiera verle intuiría que esa desagradable, cínica y ácida sonrisa estaba dibujada en su cara. Paseó su mano por los mapas desplegados sobre la enorme mesa de piedra que ocupaba el centro de la Sala de Guerra. Numerosas armaduras descansaban en las paredes, junto con escudos, espadas, alabardas... todos perfectamente limpios y brillantes. La única ventana, estrecha para el tamaño de la habitación, era insuficiente para iluminar toda la sala, pese a la luz del sol en aquella clara mañana de invierno. La enorme lámpara de araña que colgaba del techo se encontraba, pues, encendida, esparciendo el tenue fulgor de las velas por toda la habitación.
"Así que el bruto ha descubierto mis... jueguecitos... con su esposa", pensó, observando atentamente la falsa reverencia que le ofrecía su lugarteniente. "Si no llega a ser por..."
-Nada, mi buen Ilan –comentó despreocupadamente-. Simplemente me gustaría saber por qué mis órdenes no han sido obedecidas...
El ligero énfasis fue perfectamente perceptible para cualquier oído de la estancia, visible o invisible. Sospechaba que lady Ariadna, su esposa y oponente en la siempre endeble política del reino, le había dado a sir Ilan órdenes secretas a parte de las oficiales que el señor del castillo le había encomendado. A tenor de los resultados, estaba claro a quién servía realmente el astuto guerrero. Estaba empezando a cansarse de mover peones y otras piezas menores en la batalla contra su esposa. A cada movimiento suyo ella le respondía con otro, y viceversa. O no...
Vio cómo al terminar de pronunciar el... reproche... la sonrisita de sir Ilan se desvanecía al instante, revelando por un momento, sólo por un momento, una breve mueca de... ¿miedo? ¿Terror? Para ser reemplazada inmediatamente por un gesto adusto y serio. "¿Podría ser posible que hubiera interceptado el movimiento?". Esta vez dejó que la sonrisa que llevaba dentro se mostrase también a los presentes –visibles o no- que hubiera en la enorme.
-¿Os habéis quedado sin habla? –inquirió con suavidad.
-No, milord –contestó sir Ilan, recobrado de la sorpresa. Tendría que tratar al astuto hechicero con más cuidado-. Creí que el sargento de guardia ya os habría entregado el informe.
Lord Sergei alargó la mano hacia una mesita al otro lado de la habitación. Sin decir una palabra, una rollo de pergamino salió volando desde allí hasta los dedos extendidos del señor, quien desenrolló el mensaje.
-"A las nueve horas de marcha, aproximadamente, varios de los caballos y dos soldados de a pie cayeron a tierra. Un examen a simple vista mostró síntomas de congelación en las articulaciones." –leyó Lord Sergei. Una vez acabado, volvió a enrollar el pergamino. Miró a su lugarteniente fijamente mientras su boca emitía un solo sonido, un vocablo arcano, que hizo que el rollo estallase en llamas. Lo mantuvo en alto, sin dejar de mirar a sir Ilan, hasta que el mensaje no fue más que rescoldos en su mano-. Me gustaría, si me lo permitís, ser informado al instante de cada uno de los cambios de planes que se os ocurran.
-Milord, si hubiésemos continuado...
-¡Silencio!
Sir Ilan cerró la boca involuntariamente, dándose cuenta de que su cuerpo había obedecido pese a lo que su mente ordenara. Tendría que revisar los planes que tenía reservados para el "señor del castillo". Estaba claro que con él no valían las estratagemas simples y directas. "Este hombre es muy retorcido", pensó, "Raro es que en su escudo de armas no esté representada la serpiente que es realmente..."
-¿Me creéis tan estúpido, sir Ilan? –afirmó más que preguntó- ¿Creéis que no sé lo que sucede en este castillo? Mi castillo. Teníais vuestras órdenes. ¿Las recordáis?
-Sí, milord. Comandar las tropas hasta la Torre del Paso Negro. Una vez allí, establecer patrullas continuadas por toda la frontera con el reino de Thrillia. Informar de cualquier irregularidad.
-Bien. Esas patrullas son necesarias, al igual que reforzar nuestra presencia en el Paso. No hace falta que os explique el porqué, ya que vuestro puesto no sólo requiere habilidad para las armas –dijo. "No, también hace falta la sugerencia de lady Ariadna"-. Debido a ello os encomendé el mando de un tercio de nuestras fuerzas. Volver con la excusa de unas pocas bajas es inaceptable
Sir Ilan relajó su cuerpo con la falsa relajación del experto espadachín. El joven hechicero sospechaba, sí, pero parecía haberse equivocado en sus conclusiones. "Cree que he vuelto porque lady Ariadna me ha comentado sus jueguecitos con mi propia esposa". Sí, su cuerpo estaría relajado, pero por dentro la ira había comenzado a quemarlo todo. Si no hubiera acabado tan pronto con el encargo de lady Ariadna, no habría pillado casi in fraganti a su esposa y a ese... ese... traicionero y retorcido engendro del diablo. Se había reído con la sugerencia de su verdadera señora de que tal vez Eli-zabad y Lord Sergei estuvieran manteniendo relaciones. "Ya verá esa zorra quién soy yo", pensó, sintiendo como la ira retrocedía ante el deleite anticipado del castigo que impondría a su esposa. Incluso se permitió sonreír levemente...
-¿Vuestras nuevas órdenes?
-¿Nuevas? Quiero que mañana a primera hora salgáis del castillo con las tropas. Aunque –continuó, no sin satisfacción al saber cómo serían recibidas estas órdenes- esta vez mandaré con vosotros a un par de mis aprendices. Yo no puedo ir, como comprendéis, pero creo que un poco de presencia arcana puede llegar a ser necesaria, ¿no creéis?
-Como deseéis. Con vuestro permiso, me retiraré.
-Lo tenéis –Lord Sergei se giró, dando la espalda a su lugarteniente-. Espero que esta vez mis órdenes no sufran contratiempos, sir Ilan.
-Os informaré en cuanto arribe a la Torre del Paso Negro, milord.
Y al terminar, se dio la vuelta y se encaminó deprisa hacia sus habitaciones. Tenía una cuenta que saldar con su esposa...

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Después de todo, eres humano

A raíz de un post de Desilusionista, quiero hacer una reflexión en voz alta. Ya la hice, más o menos, como comentarios en post de varios blogs, e incluso directamente en el blog de Jezabel. Pero como estará perdida (he tardado 10 minutos en encontrarla entre todas las entradas de Jez...) voy a volver a describir los entresijos de mi mente.
Es una reflexión totalmente ecléctica. La inspiraron Thomas Hobbes, John Locke y Jean-Jacques Rousseau, entre otros.
Antes de nada, recalcar que ésta es mi opinión. Creo en ella y mis percepciones del mundo coinciden con ella. Ah, y la mantendré hasta que alguien venga y me demuestre que está equivocada. Cosa que dudo.

¿Qué es un ser humano?
Un ser humano, Homo sapiens, es un animal con un curioso "don": la consciencia. Un ser humano sabe que es un ser humano individual. No hablo de poseer inteligencia: un perro aprende trucos, un chimpancé usa herramientas, un halcón obedece órdenes... El resto de sus compañeros del reino Metazoa responden ante los estímulos externos adaptándose a ellos, no matan si no es por motivos estrictamente biológicos, no disfrutan con la violencia. No se ríen ante las incongruencias, no sueñan con un futuro de forma abstracta, no cantan sus sentimientos. Un ser humano tiene un diálogo interior y sabe adaptar el medio a sus necesidades. Un ser humano es un animal, cierto, pero su capacidad de ser auto-consciente le hace ser egoísta, cruel, insensible. Esto lo pone por encima de los demás animales.
¿Homo homini lupus? No. Homo homini homo.

¿Qué es una persona?
Una persona es un ser humano poseedor de una ética social. El ser humano no aguanta a otros seres humanos. La competencia con ellos va más allá de la mera competencia intraespecífica, más allá de lo biológico. Pero como el ser humano es un animal dotado de evolución social, de necesiadades sociales, debe aprender a vivir consigo mismo. Como no lo consigue, debe pactar con otros seres humanos. Así nace la sociedad. Moral, ética, derechos, obligaciones, respetos, altruísmo, leyes, decretos, educación et caetera. Todos son modos que tienen los seres humanos para relacionarse como personas. La sociedad ideal es una utopía: los seres humanos siguen siendo... humanos, por lo que el "débil" no siempre estará protegido ante los abusos del "fuerte". En una sociedad ideal las fricciones entre personas están minimizadas o incluso eliminadas (en ocasiones de un modo excesivo). En una sociedad real no. La realidad es que una parte de la sociedad (a veces mayoritaria, a veces no) no está formada por personas, sino por seres humanos antisociales: rebeldes de opereta, violentos, asesinos, aprovechados, corruptos, fariseos...
El problema, a mi modo de ver, surge porque aunque los antisociales violentan la sociedad, siguen formando parte de ella. Es más, exigen que se les trate como personas cuando ni lo son, ni tratan al resto como tales. Se llega al punto de que les basta con alzar la voz, demostrando su fuerza, para que los débiles se inclinen ante ellos. Rompiendo el pacto social.

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Dr. Zaius, Dr. Zaius

Todo friki de Los Simpsons se acordará de Troy McClure actuando en el musical de El Planeta de los Simios. Y se acordará de la canción que da título a esta entrada (ja, cómo olvidarla).

Para el que no lo sepa, es un guiño a Rock me Amadeus, de Falco. Un genio austriaco que, como el compositor al que dedicó la canción, no obtuvo el reconocimiento en su patria hasta que murió. El tal Falco fue un visionario que, allá en los 80, fusionó estilos tan dispares como el pop, el rock o el hip-hop. De hecho, fue uno de los primeros en introducir este último estilo en Europa (rapero blanco mucho antes antes de que ese flipao de Eminem entrara en escena). Su primer gran éxito fue Der Kommissar, sobre el consumo de drogas, un éxito que todos hemos escuchado, aunque muchos no sepan que es suyo. Sus geniales Naked, sobre el uso (y abuso) de la belleza y de la mujer, o Jeanny, denunciando la gran cantidad de desapariciones de mujeres jóvenes, tampoco tuvieron buena acogida por las autoridades austriacas. En aquella época, en el país del Danubio estas "cuestiones" eran muy comunes aunque se intentaran tapar.

Eso no fue un obstáculo para que ahora, 10 años después de su muerte, en Austria se le considere un mito y se le haya permitido la entrada en el Olimpo musical.
  • Rock me Amadeus.

El vídeo no tiene muy buena calidad, ya aviso.

  • Naked.

I just wanna waste it!

  • Jeanny.

Me pone los pelos de punta.


  • Der Kommissar.

El videoclip es de 1982, así que debe ser cutre...

Elvis habrá muerto, pero Falco jamás lo hará.

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Chemical Party

Creo que ya lo había posteado alguien, pero no me he podido resistir...



Sin palabras.

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El camino del guerrero

El Camino del Guerrero, de Nach Scratch. Del disco Ars Magna.
Escuchad la letra.
Sólo escuchad.


¿Quién no se siente un Paladín ahora?

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Tierra Serena IV

Desde la lámina de plata que separaba la realidad del espejo de la suya propia, una ella misma ligeramente más oscura la observaba. Como mudo testigo del amor de su esposo, las impresiones violáceas de los dedos de aquel hombre rodeaban su cuello, latiendo bajo ellas un dolor grave y amargo que se manifestaba con cada palabra vocalizada, cada respiración o cada risa.
Ariadna no era estúpida.
Ariadna era muy lista, y había sabido ver lo que con tanto esfuerzo Eli-Zabad y Lord Sergei mantenían en secreto.
Ariadna tenía ojos mortales y tal vez inmortales a su servicio, y oídos y bocas, y manos de asesino que hacían que nada escapase a su control. Desde luego, la dama Ariadna era alguien a tener en cuenta. Era la dama Ariadna –Eli-zabad se apostaba el cuello a que había sido ella- quien le había sugerido al esposo de Eli-zabad, delicada como el corte de un estilete, que tal vez su mujer pasaba demasiado tiempo con Lord Sergei. Y Sir Ilan, sin caer totalmente en la ira, le había dejado bien claras a su mujer las consecuencias de disgustarle... Eli-zabad aún recordaba la tierna suavidad con que Sir Ilan le expuso sus sospechas, la delicada dulzura con que había susurrado en su oído, mientas la alzaba del suelo sujetándola sólo por el cuello manteniendo al tiempo una daga firmemente apretada contra la blanca piel que cubría la yugular.
Sin darse cuenta, se llevó los dedos al arañazo que quedaba tras el roce de aquella daga demasiado afilada. Sir Ilan era muy posesivo, y no toleraba ningún atentado contra su honor... o lo que él considerase tal. Había matado a demasiados hombre por supuestas ofensas o por nimiedades sin importancia, y Eli-zabad conocía todos y cada uno de esos asesinatos –pues no eran otra cosa- al detalle.
Aún así, se había dejado arrastrar a una relación ilícita que podía muy bien significar su propia muerte, puesto que en casi todas las culturas, la infidelidad era considerada un deshonor. Su esposo se pondría furioso si descubría la verdad, y la muerte que iba a otorgarla haría que, en comparación, ser enterrada viva fuera piadoso.
Ni siquiera sabía por qué Lord Sergei se había prestado a ese juego. Tal vez deseaba poner furiosa a la dama Ariadna, o sencillamente necesitaba alguna distracción, o tal vez es que, simplemente, le encantaban las conspiraciones políticas y el juego sucio. La posibilidad de que hubiera empezado aquello con la esposa de su lugarteniente por razones que tuvieran algo que ver con sentir un cariño cierto por Eli-zabad era, realmente, mínima.
Revolvió en un pequeño arcón y extrajo un saquito de tela con hierbas. Masticó unas pocas y las engulló con ayuda de un trago de vino. Se dejó caer en la cama, agotada, y pronto el analgésico surgió efecto. Eli-zabad se sumió en un sueño intranquilo, acunada por el monótono repiqueteo del granizo.
Poco a poco, los moribundos rescoldos de la chimenea terminaron por extinguirse, como una vida lentamente arrebatada, como un espíritu demasiado tiempo oprimido.

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¿Científicos?

Hay gente que simplemente desestima lo que no entiende, y hay gente que incluso ni se toma la molestia de entenderlo.
A mí eso me molesta bastante. Y me molesta bastante porque mi campo de estudio es muy amplio. Muy mucho amplio.
Soy licenciado en Ciencias Ambientales. Una de las cosas que van con este título es que la gente siempre te pregunta dos cosas:
  1. ¿Y eso qué es?
  2. ¿Y eso para qué sirve?
Si me vienen de buenas y con interés se lo explico. Si no, hace mucho que paso de intentarlo.

Hay otra cosa que también acompaña a la licenciatura y que es un corolario de lo anterior, aunque no te das cuenta hasta tiempo después de comenzar la carrera. Ningún otro licenciado y/o científico te toma en serio.
Los Biólogos te mirarán mal porque consideran que te metes en su campo, los Ingenieros porque no haces cosas útiles, los Geólogos porque ellos ya explicaron cómo funciona la Tierra, los Físicos te mirarán como si fueras de Letras...
Sólo los Geógrafos te entienden, y a ellos ni siquiera se les permite considerarse científicos.
Supongo que en una época como la nuestra, en la que la especialización y la miniaturización están tan valoradas, alguien que intenta explicar el conjunto total es alguien que viene de Marte. Hoy en día los demás científicos han (habéis) perdido la visión de conjunto, cada uno creyendo que su (vuestra) parcelita de conocimiento es lo único que importa en realidad, y además están (estáis) orgullosos de ello.
Yo estoy rodeado de gente así. Incluso muchos de mis amigos opinan así. ¡Qué le voy a hacer! Les quiero de todas maneras.

Bueno, pues estaba yo en mi curro esta mañana, en el Centro de Información Territorial (Consejería de Fomento, Junta de Castilla y León), cuando aparece mi jefe acompañado de un señor trajeado con pinta de chupatintas-con-cargo-importante y dos chavales:
JefeMolón- Radagast, mira, han venido CCCI y dos chicos de prácticas del ITA-CyL (Instituto de Técnicas Agrarias de Castilla y León).
Yo- Ah.
JefeMolón- Quería presentártelos, porque están haciendo algo similar a lo que haces tú.
Yo- (Genial, otros competidores por mi puesto...) Ah.
JefeMolón- Podíamos tomar un café, y hablábais de lo vuestro.
Yo- Ah.

Y ahí que vamos. Los chicos, recién licenciados en Física con unas notazas que asustan, parece que se han especializado en teledetección, que no es que te pillen robando desde lejos, sino el tratamiento digital de la superficie terrestre mediante satélites.
Yo me he especializado en análisis geoespacial, que es coger lo que ellos hacen (entre otras cosas) y darle usos reales, pero sé mucho de su tema (y cuando termine el Máster que ando haciendo lo dominaré).
Pues estábamos en la cafetería de la Consejería. JefeMolón y CCCI hablando de lo suyo, y los chavales y yo a lo nuestro. Muy dicharacheros ellos. Si no me llegan a pedir el servilletero al terminar su pincho de tortilla hubiera pensado que estaba solo en la mesa.
Así que inicio el tema diciendo que tengo dos amigos físicos (Orofëa y Neoraist). Y ellos me contestan que lo bueno abunda y que ellos, ja-ja-ja, no conocen a nadie como yo. Supongo que no lo dirían porque molo mucho y tengo un carisma abrumador y todos me quieren, sino porque soy licenciado en ambientales.
Sonrío, enseñando mucho los dientes (no pillan que eso en los mamíferos-no-humanos es una amenaza) y les pregunto que qué es lo que van a hacer en Fomento. Me contestan una serie de vaguedades sacadas literalmente de un manual de teledetección, me explican lo que es un satélite heliosíncrono, lo que es un sensor térmico, lo que es una órbita, et caetera.
Yo sonrío más (si hubiera podido hacerlo, además habría doblado hacia atrás las orejas), y les corto el discursito, asegurándoles que todo eso ya lo sé, que es algo básico, que lo que les preguntaba era que a qué proyecto se iban a acoplar. Me contestan que no sabían que yo supiera eso.
Yo les comento que un licenciado en Ambientales conoce muchos temas de muy diversa índole, y que yo me he especializado en SIG. Y ellos me preguntan que si en Ciencias Ambientales sabemos algo aparte de salvar ballenas.
Mientras por debajo de la mesa engarfio los dedos, les comento, sin perder la sonrisa, que sabemos respetar las minúsculas parcelas de conocimiento del resto de científicos e integrarlas en algo más grande denominado Realidad.

Sus risitas nerviosas y miradas alrededor me resultaron muy gratificantes.

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Santo ateo

Hoy me siento filosófico.
Y es que tengo dos pasiones (entre muchas, no os penséis) sobre las que me encanta desbarrar: la Lingüística y la Filosofía. A Jezabel le aburren mucho, sobre todo una de ellas (a ver si adivináis cuál...). Esto no es un impedimento en nuestra relación. Después de todo, yo me horrorizo ante la alegría que ella demuestra al destripar ratoncillos de laboratorio...

Hoy me siento filosófico, decía, y es que esta mañana, durante la pausa del café, estuve leyendo el ABC (sí, soy un rojo-de-mierda, pero para informarme de lo que pasa leo de todas las fuentes que pueda). Y me encontré con que, en la contraportada, se le hacía una entrevista a Simon Critchley, un filósofo inglés que me gusta bastante. El tema es que este señor tan majo ha escrito un libro, El Libro de los Filósofos Muertos (si SS.MM. los Reyes Magos no saben qué traerme en sus alforjas, ya saben lo que me gustaría...), en el que narra las muertes de los grandes filósofos.
Y esto es lo que me sacó de la frustración laboral que llevo acumulada desde hace semanas (ya hablaré sobre ello en otro post) y me alegró el día.

Éste es David Hume:
Es el principal exponente de la corriente filosófica denominada Empirismo.
Yo, por si no lo sabíais, soy férreo seguidor suyo. Soy empirista a más no poder (éste tipillo moldeó mi pensamiento, pero el que me enseñó todo lo que sé fue otro, alguien al que le dedicaré una entrada en otro momento). Bueno, pues una de las tesis principales de ese señor, grosso modo, es que nada existe si no puede ser medido de forma perceptible, percibido por los sentidos. Una de sus más famosas alocuciones es su crítica al principio de causalidad: la causalidad sólo es válida si está cimentada por la experiencia. Dos hecho concatenados en el tiempo no implican una "causalidad", esto es, una "conexión necesaria". Sólo es cierto que existe una "sucesión" de hechos, ya que es lo único que percibimos con los sentidos. ¿De dónde viene la causalidad? De que la experiencia nos dice que el hecho "B" sigue al "A".

Esto quiere decir que Hume era escéptico. Sólo creía en lo que podía ver. Técnicamente, un científico debería dejarse guiar siempre por este pensamiento. Esto es una opinión que yo defiendo a ultranza, pero no, desgraciadamente a mi manera de entender, un axioma aceptado por la ciencia. Lo aclaro antes de que alguien me salte encima con que el científico no tiene por qué ser escéptico (creo que estará muy equivocado, y que le meterá una patada en los compañones al concepto de "ciencia", pero bueno...). Que para gustos, los colores. Eso sí, considero que cualquiera que se declare científico lea, al menos lea, las obras de Hume.

Bien. Pues este gran pensador estaba en su lecho de muerte. El tío tranquilo, convencido de sus ideas. Así que fue a verle un amigo, que no compartía sus opiniones, y la conversación fue:

-¿Y ni siquiera ahora crees posible la vida después de la muerte?
-También puede ser que lances un carbón al fuego y esperes que no arda.

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Dioses de la guitarra

Todo aquél que sepa un poco de rock, seguro que conoce a Gary Moore. Pues bien, hace mucho mucho tiempo (justo acabábamos de cambiar de siglo) descubrí a este ochentero melenudo. Y ésta es mi canción favorita:

Atención al solo del minuto 3...
El vídeo es de los 80, así que no lo critiquéis mucho.

Gracias a este vídeo descubrí también a Nightwish. Ellos hicieron un versión de este clásico, que no está nada mal:


Está bien eso de tener una soprano como cantante, ¿eh?
Y eso que aquí Tarja Turunen no demuestra toda su potencia.


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Tierra Serena III

Una sonrisa se dibujó en su cara al recordar los deliciosos momentos. Los juguetones labios y lenguas entrelazados en el momento del clímax... Pero luego vendría el instante del brusco despertar sobre la cama. Un camisón cubría su piel, las sábanas perfectamente dispuestas, la tela del dosel bien colocada... salvo a los pies del lecho, donde se encontraba abierta, sujetada por una mano enguantada en escamas de dragón negro. Se llevó las manos al cuello, buscando, buscando... Pero no encontró aquello que sus dedos ansiaban encontrar. Un brillante destello le reveló su paradero: entre los acorazados dedos de su esposo se hallaba una cadena de plata con un pequeño colgante del mismo metal y con la forma de un cuervo rampante, sujetando entre sus coriáceas garras un jade tan pulido que reflejaba la sonrisa despectiva dibujada en la brutal cara del hombre.
Tintineando.
-¿Qué-es-esto? –preguntó él, separando exageradamente las palabras, como si tratase con un incapaz mental… o como si intentase contener su ira. Sujetaba el colgante como sostendría una cabeza decapitada, con desprecio.
¿Qué hace aquí? ¿Cómo…?
Ella no contestó inmediatamente. Tenía que ser cauta, cualquier salida de tono, cualquier palabra no medida, cualquier gesto demasiado inseguro podría desencadenar la tormenta.
-No es más que un adorno, mi señor –susurró dócilmente, intentando no manifestar el terror que sentía-. ¿Por qué me lo habéis quitado? ¿Acaso no os gusta?
-No soporto que se permitan el lujo de tratarme como a un imbécil – ontestó, arrastrando las palabras como si le costase controlarse- . Y menos aún que ese lujo se lo permita la estúpida de mi esposa.
-Mi señor –ella hablaba rápidamente, cada vez más asustada-. No es mi intención ofenderos. Vuestro regreso es siempre bienvenido… Os aseguro que no deseo disgustaros.
Conocía el temperamento salvaje y descomedido del hombre que se alzaba ante ella, y la conciencia de que el más mínimo error podía ser fatal la mantenía en tensión. Su voz se había vuelto ligeramente más aguda como consecuencia del miedo. De modo inconsciente bajó la cabeza, observando las sábanas sobre las que estaba reclinada. "Yo estoy en mi mente. No puede tocar mi mente" se repitió a sí misma el mantra que siempre susurraba en su interior cuando su esposo daba rienda suelta a sus pasiones, fueran las que fueran.
-Mentís.
La bofetada fue espectacular, casi artística. Sonora, precisa, exactamente sobre el pómulo izquierdo. El dorso del guantelete dejó curiosas marcas sobre la piel de Eli-zabad, que se vio impulsada súbita y dolorosamente hacia atrás. Escuchó el sonido del metal contra el suelo: el colgante. Y de fondo, insistiendo en su golpeteo contra los cristales, el granizo. Tan helado y violento como el hombre que se alzaba ante ella.
No puede tocar mi mente.
-Ahora quiero la verdad –continuó él. Susurrando peligrosamente, con dulzura, acercó sus labios al oído de su esposa tan tiernamente como un amante enamorado y lamió el lóbulo sólo por el placer de sentir el pánico de su esposa. Creyó saborearlo en el sabor de su piel, aunque seguramente fuera una ilusión.
Ella pensó deprisa, mientras sentía un hilo de sangre caliente deslizándose dulce y delicadamente mejilla abajo. No debía mentir, bastaría con modificar la verdad… ¿y si él sabía más de lo que parecía? ¿Y si lo sabía todo?
-No es más que un adorno, mi señor –repitió-. Nada más que eso, ¿porqué me golpeáis? –gimió, refrenando sus ganas de huir.
-¡No me mintáis! –aulló él, repentinamente, dando rienda suelta a todo su enfado.
Rápido, mortalmente rápido, agarró el cuello de Eli-zabad con la mano que tenía libre y la levantó, obligándola a arrodillarse sobre el colchón. Un segundo de silencio, en el que sólo se escuchó la sangre de él bombeándose a toda velocidad por el enfado y la superficial respiración de ella, acompañada por un silbido siniestro provocado por la tráquea semicerrada.
No puede tocar mi mente. Aguanta.
Empezaba a notar la falta de aire. Su visión se nubló, volviéndose levemente difusa.
-Os… -jadeó- aseguro… que no es… más… que… que… -la presa se cerró aún más, dolorosamente- que…
Aguanta.
Con un veloz movimiento, fruto de décadas de entrenamiento, él extrajo una daga de su cinturón y la apoyó, casi con deliciosa indolencia, sobre la yugular anterior derecha de Eli-zabad. El filo estaba frío, y ella pudo sentir como se abría paso entre la piel.
-Contaré hasta cinco –de nuevo, la calma siniestra y temible se había adueñado de la voz de su esposo, que desgranaba palabras con más delicadeza que si se tratasen de versos de amor-. Más os vale haberme dicho lo que quiero saber cuando termine de contar. Uno…
Aguanta. Si no le dices nada, no sabrás nada.
… dos…
No sabes nada. No puede hacerte decir nada.
… tres…
No sabes nada. No hay nada que debas decirle.
… cuatro…
Todo va bien. No puede tocar mi mente. Dioses, por favor. Que no pueda tocar mi mente.
-¿Mi señor?
La puerta de la habitación se abrió y entró un paje, deteniéndose sorprendido ante la grotesca escena.
-¡Mi señor! ¿Qué ocurre?
El hombre se giró, furioso, hacia el paje, soltando a Eli-zabad. Ella jadeó ruidosamente, aspirando con ansia todo el aire del que era capaz.
-¿Qué? -preguntó él, furioso, pero consciente de que no podría descargar su ira sobre un sirviente ajeno.
-El señor… Lord Sergei os llama… -el paje retrocedió, visiblemente asustado. La fama de violento y temible de su interlocutor era de sobras conocida por todos. Una vez transmitido su mensaje, se desvaneció tan rápido como pudo.
La daga fue devuelta delicadamente a su vaina, y su dueño esbozó una cruel y refinada sonrisa hacia su mujer.
-Veamos qué quiere. Vos podéis esperar, a fin de cuentas, no me importa… posponer lo inevitable.
Tan sigiloso y rápido como había llegado, salió del dormitorio cerrando la puerta con una enorme llave, tan negra como el ánimo de Eli-zabad. En el suelo, el ave de plata destellaba con suavidad.

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...y otros cardan la lana

Día sin nada en particular. Es Salamanca, 4 de la tarde un 14 de diciembre, hace un frío de no te menees y la gente se mueve en coche.
Estaba yo en la gasolinera que hay al lado de mi casa salmantina (ay, qué recuerdos...), aprovisionando mi coche de gasóleo. Bien, de trankis, sin ningún problemilla. El surtidor termina de abastecer el depósito y entro en la tienda a pagar.
Delante mío hay dos clientes: un hombrecito sin características relevantes y una señora entrada en carnes con tres chiquillos a su alrededor. Los chavales, por supuesto, zascandileaban de un lado a otro pese a las advertencias reprobatorias de la madre. Así que me pongo en la cola a esperar mi turno.
Entonces hace su aparición uno de esos tíos. En cuanto lo ves intuyes su forma de ser y de comportarse. Sus maneras arrogantes, su forma de vestir, su mirada de "sois una mierda y voy a hacer lo que me da la gana, y no te atreverás a decirme nada". Él y su grupo étnico son así. Son prejuicios, sí, lo admito. Pero es que ninguno estamos a salvo de ellos. Miro rápidamente hacia afuera, hacia la zona de los surtidores. Efectivamente, mis intuiciones aciertan con el modelo de "automóvil" y con los acompañantes del tipo, que esperan dentro del coche: la típica fémina que todos suponéis, el coche sobrecargado de inutilidades, ese ruido (sí, técnicamente uno debe apagar el transistor cuando reposta) sonando a todo trapo y maltratando lo que todos conocemos como música...
El hombrecillo anónimo termina de pagar y sale por la puerta. El nuevo, el "ése", nos mira a los integrantes de la cola, sin perder en ningún momento su pose. Dirige sus ojos a la señora y, con un desprecio infinito y sin apartar la mirada de ella... se cuela por delante de todos nosotros. Así, como quien no quiere la cosa. Sabe, y es verdad, que nadie le va a decir nada por ser quien es. Yo me quedo con cara de estupefacción ante semejante osadía. Así que miro a la señora interrogantemente. Ella mi devuelve la mirada y, simplemente, niega con la cabeza en ademán cansado, diciéndome:

-¡Ay, hijo! No pasa nada. Que tú ya sabes lo que son las malas lenguas ante estas cosas.

El tipo hace sus gestiones, nos vuelve a mirar, triunfante, y se marcha.



El tipo conducía un Seat León de color amarillo y tuneado a más no poder, con un bakalao estridente que llegaba hasta nosotros pese a los cristales que nos separaban de él. Vestía ropa de marca (de la del cocodrilillo, ya sabéis), y una pulsera de plástico con la bandera de España.
La señora era una matrona gitana. Gorda, vestida de negro y rodeada de churumbeles sucios. Había venido sin coche, a comprar vete a saber tú qué artículo de primera necesidad, ya que era domingo y las tiendas estaban cerradas.

Lo que es la vida...

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Sueño cumplido

Ayer, 12 de diciembre, fue mi cumpleaños.

Gracias, gracias. Sí, un año más...
El tema es que Jezabel me ha regalado algo con lo que siempre soñé cuando era un mico, pero nunca tuve:

Es totalmente articulable. Incluso tiene articulaciones que yo no poseo.

¡Por fin tengo un Caballero del Zodiaco! Gracias, Jez.

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Confesionalidad para todos

Hay pocas cosas que me molesten de verdad. Pero una de ellas es la hipocresía.

Voy a anarrosear a Mahs, porque me moló mucho esta viñeta que colgó hace unos días en su blog. Y voy a hacer lo mismo con Lanarch, a resultas de su última entrada, aunque fue una conversación que tuvimos en persona (si ya lo habías posteado, Lanarch, te pido disculpas).

Estamos en un Estado aconfesional, supuestamente. Eso quiere decir que ninguna confesión o creencia tendrá caracter estatal. ¿Debe haber símbolos religiosos presentes en los edificios públicos que dependen del Estado? Pues según la Constitución no (Artículo 16). ¿Y esto se cumple? No. Pero en ese mismo artículo, el 16, dice además que el Estado debe tener en cuenta todas las creencias religiosas. Todas y cada una. ¿Alguien ve algún símbolo religioso aparte de los crucifijos y Biblias en los edificios públicos (como los colegios públicos)? Supongo que no.

Pues vamos a ser consecuentes.

Por eso propongo colgar en todas las aulas, bien visibles:
  • Un crucifijo.
  • Una estrella de David.
  • Una media luna.
  • Un buda rechonchín.
  • 10 millones (aproximadamente) de estatuillas con varios brazos, cara de elefante...
  • Un yin-yang.
  • Una estrella de cinco puntas invertida y ensangrentada.
  • Un sable de luz.
  • Un pegote de espaguetis a la boloñesa.
  • Un retrato de Rosendo Mercado.
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Tierra Serena II

Estaba frente a la ventana. Los estandartes colocados en cada una de las cuatro torres, con su rampante cuervo sable sobre campo sinople, se estremecían al son de la violenta tormenta. El pedrisco golpeaba el cristal con gran fuerza, acompañando con su ritmo la canción del fuego, el crepitar de toda hoguera. Sus ojos estaban húmedos mientras veía partir, desde su habitación en el torreón oeste, a la enorme fila de caballeros de negra armadura. O, más bien, veían partir a la corpulenta figura que, en aquella fría y tormentosa noche de invierno, arropaba su enorme y musculada mole con una capa de oso y, desde lo alto del gran corcel negro de batalla, comandaba la tropa hasta la frontera por orden del señor del castillo. Siempre se enorgullecía de vestir sólo prendas hechas con la piel de animales que él mismo había cazado y matado. Bien, pues que cazara y matara lejos de ella. Muy lejos, lo más lejos posible. La frontera, a dos días a vuelo de alondra, le parecía demasiado cercana para su gusto.
Una lágrima abandonó por fin sus ojos y se deslizó por su suave mejilla. Durante unas cuantas noches se vería libre de él. Podría dormir sin despertarse sobresaltada con cada ruido, esperando a que él y sus fogosas ansias apartaran el dosel de su cama, las sábanas y el camisón hasta llegar a su blanca piel. No necesitaría acurrucarse en el borde del colchón de plumas, sintiendo imperiosos deseos de lavarse, arañar y restregar su cuerpo hasta haber eliminado todo vestigio de su olor, su sabor, su tacto... a la vez que aguantaba las potentes náuseas que provocaban.
Siguió sumergida en estos recuerdos, en estas sensaciones que esperaban en la memoria a corto plazo de su piel, de sus manos, de su corazón y de su mente. No le gustaba pensar en ello, pero encontraba un siniestro y pérfido placer al traer a su cabeza estos pensamientos, regodeándose en sus viscosos y nauseabundos légamos, viendo como la... pureza... de su alma era manchada, maltratada, rasgada. Como aquél que le duele una muela y no deja de tocársela con la lengua, asegurándose de que el dolor está ahí, pese a que ya lo sabe.
Fue un simple cambio en la temperatura de la habitación. O más bien la sensación de que el calor antes reinante en la estancia estaba escapándose, huyendo. No había oído ningún ruido. Ni el chirriar de la puerta al abrirse, ni el crujir de las duras suelas de las botas sobre los minúsculos granos de arena, ni el roce de las vestiduras contra la piel al andar. De esta manera tampoco se sorprendió al notar una gélida, pero a la vez ardiente, mano en su hombro desnudo, justo encima de donde empezaba la tela de su vestido.
No se dio la vuelta. No. Se permitió el sentir ese roce gélido, esa caricia ardiente. Bajo el tacto de la mano, el vestido fue disolviéndose, deshilachándose. Las costuras cedieron ante el insignificante tacto de esos dedos fríos pero cálidos al mismo tiempo. Su blanco vestido cayó al suelo, revelando las suaves formas de su cuerpo al tenue fulgor del mortecino fuego de la chimenea. La misma mano que antes descansaba sobre la curvatura de su cuello y hombro fue deslizándose suavemente, acariciando su tersa piel, dorso abajo, siguiendo la línea de su columna.
Un fuego empezó a surgir de nuevo en su cuerpo, avivando los fríos rescoldos en los que se había convertido su pasión. Poco a poco, los dedos fueron tocando, explorando, los nudos de su espalda, deshaciéndolos con la misma facilidad que antes hicieron con el vestido. Un suave suspiro brotó de sus labios cuando las manos se movieron por delante de su cuerpo, rozando solamente la piel de sus blancos pechos. Una boca tocó su cuello, haciendo que un escalofrío de placer la recorriera con la fuerza del rayo, mientras las manos se aventuraban hacia el vientre y aún más abajo.
Notó entonces un nuevo peso sobre su cuello. Miró abajo, descubriendo una cadena de plata con un pequeño colgante del mismo metal con la forma de un cuervo con las alas extendidas, exquisitamente labradas cada una de sus plumas, con un jade engastado entre sus garras. Tan pulida estaba la piedra, que vio perfectamente reflejadas las manos que exploraban su excitada piel, jugando con sus pechos, su vientre, su cuello.
No pudo continuar su examen, pues en ese momento los dedos del señor del castillo rozaron su entrepierna...

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El mejor vídeo musical de la historia

America: What Time is Love, de KLF.

Hace mucho mucho tiempo, creo que Jezabel posteó este vídeo.
Pero es que no me puedo resistir. Ninguno de sus fotogramas tiene desperdicio.


Qué jartá de reír...

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Tierra Serena I

Así es como se veía en el cristal. Su reflejo era un negro desgarrón en el fluido tapiz anaranjado que se desplegaba a su espalda, paño formado por los destellos de las juguetonas llamas de la hoguera. Las lenguas de fuego bailaban una danza sin fin, frenética e hipnótica, acompañadas por el suave crujir de la madera incandescente. Creaban y destruían sombras, alegres danzarinas sobre las brasas, como diosas todopoderosas que celebran su bacanal sobre los restos muertos de un sacrificio reciente.
Así es como veía su vida. Y su futuro. Brillante y vibrante llama de esperanza eclipsada por las sombras, entes de color azabache que abatían el intenso fulgor de energía pura que radiaba su alma. Estrella blanca sobre fondo sable.
Un leve atisbo de sonrisa elevó las comisuras de sus labios. Era una mueca de mordaz desesperación, un gesto sin alegría. Desde luego que era toda una ironía que el reflejo en el cristal fuera justo el opuesto de la realidad. Oscuridad sobre luz, luz sobre oscuridad.
Y un leve tintineo metálico procedente del sillón junto a la chimenea hizo que se sobresaltara, aunque ni un solo músculo de su cuerpo se movió. No le daría esa satisfacción. De todos modos daba igual: él sabía perfectamente que ese tintineo haría que un escalofrío recorriera su desnuda piel. ¿Por qué? Pues porque las piezas bien engrasadas de la armadura no producirían ese sonido, y menos teniendo en cuenta que no estaban hechas de hierro o acero. La hoja de la espada susurrando contra la vaina de cuero tampoco podría ser, pues había sido tratada mágicamente para evitar todo ruido. No llevaba escudo, pues lo consideraba una molestia más que una ayuda en batalla, tal y como podían atestiguar el ingente número de víctimas de su poderoso mandoble. Nada en su... vestimenta... podía emitir ese tipo de ruido.
Y recordó...

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Sueño despierto

Un día estaba yo tranquilamente sentado al ordenador, así sin molestar a nadie, cuando veo que Jezabel, después de su fracasado intento de convencerme por cansinismo, ha colgado una entrada con una encuesta sobre si yo debería hacerme un blog.
Grande es mi sorpresa cuando veo que, a pesar de mi voto negativo, más y más gente de la blogosfera opina como ella: que ya es hora de que empiece un blog.

Pues muy bien: aquí está.
Va por vosotros.