Jezabel

Hace un tiempo, de cuando le dio a Barbija por colgar un meme sobre blogueros favoritos y tal, yo... le piqué un poco a Jezabel. Ella exigió que me disculpara públicamente. Bueno, voy a hacer algo más que eso.

Hoy es el día de los enamorados. Valiente estafa, inculpaciones consumistas e hipocresía... Pero bueno, yo también caeré. Así que...

Conocí a Jezabel en su primer año de Universidad, allá por la Charrolandia, estando yo (todavía) por terminar la carrera. Ella quería rol, su compañera de habitación quería rol, un par de compañeros de clase suyos querían rol... pero no tenían Máster. Gracias a una buena y sólida red de contactos (era compañera de clase del entonces novio de mi hermana...) dieron conmigo. Necesitaban un Director de Juego, y sentí la bat-señal brillando en el oscuro cielo. Así que para allá que fui.

Allí llego, a su habitación en una residencia estudiantil. "Hola, soy Radagast, vuestro nuevo Máster", me presento. "Hola, soy Compañera-de-habitación". Entonces oigo que alguien viene hacia mí, gritando y agitando los brazos: "¡Máster! ¡Máster!". Y allí estaba ella. Jezabel, corriendo hacia mí con sus tiernos diecisiete añitos a punto de mayoría de edad, pronta a abrazarme, llamándome con extraños vocablos ("Croquetita" y "Cosita Perilluda" creo que fueron algunos de ellos). Por supuesto no atiné a escapar. Me enganchó y tiró de mí hacia dentro de la habitación...

Lo recuerdo como si fuera ayer. Nada de presentaciones, de hablar un poco, de tomar un café o de echarse un pitillo. "Haznos las fichas y empecemos". Bueno, ya que me lo rogáis con tanta amabilidad...

La chica era muy mona, algo más alta que yo (cosa fácil) y... bueno, algo extraña. Y muy friki, aunque ella, por aquel entonces, lo negara rotundamente. Era divertida, muy inteligente y rápida de pensamiento. Y vaya cuerpazo se gastaba...

Solía pasarme a verla por lo menos una vez a la semana. Ella, que de fijo ya pensaba en mí como en posible complemento génico (pues no lo neguemos: soy la hostia), compraba alguna lata de rica y espumosa cerveza para cuando apareciera. Hablar, reír, hacer de amigo, vamos. En aquellos tiempos empezó a salir con un energúmeno pederasta y prepotente, de esos que siempre tienen la razón y que son expertos en dobles-vidas y mienten como quien respira (un angelito, ¿no creéis?). La cosa duró poco y, siendo yo el único amigo con algo de seso que tenía en la ciudad, pues lloró en mi hombro y yo la aconsejé y la acompañé. Claro, yo ya estaba colado por ella, pero soy buen amigo y tuve que aguantarme. Había pasado como un año, aproximadamente, desde aquél fatídico día en que ella entró en mi vida, y ya sabía que quería que fuera para mí.

"¿Qué haces en Nochevieja?", la pregunté. "Pues nada, mira", me respondió. Así que yo, alma caritativa donde las haya, la invité a pasarla con mis amigos de Valladolid por ahí de bares. Santa cogorza me cogí. Si no hubiera sido por ella, por Santa Franciskaner en barril, no me habría atrevido. Un par de picos y punto. Pero en el último bar la pegué un beso como Theus manda. Y ella me lo devolvió. Nos quedamos como gilipollas mirándonos... y empezamos a darnos el lote. Fue el 1 de Enero de 2005.

Cuatro años, dos meses y 14 días después sigo tan colado por ella como al principio. Tenemos nuestras desavenencias, y en ocasiones discutimos mucho. Ella es muy cabezota y yo muy discutón. Pero nos queremos, nos amamos y nos... ejem. Tenemos el rol para desahogarnos y los amigos para hablar. Tenemos las noches para nosotros y los días también.

Ahora, entre si termino el máster y mi curro en la Junta de CyL, y ella en Salamanca avivando células apoptóticas, sólo nos vemos los fines de semana. Una semana que se me hace larga hasta que llega el viernes y pienso "Mañana la voy a ver, por fin". La echo mucho de menos, pero cuando llega el sábado y la tengo entre mis brazos ya nada me importa.

Espero que pasen muchos, muchos más años. Espero que un día, sentado yo en una mecedora con la bata puesta, sin un pelo en la cabeza y gruñón como buen abuelo, con ella a mi lado con una mantita tapándole las piernas para no coger frío, nos demos la mano y sigamos diciéndonos "te quiero".

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