El juicio contra John McIxidoid

Nota del cuervo del blogmaster: esta entrada es la participación del dueño del blog en el concurso Copepod Awards 2009. Ruego a todos los habituales (y al resto que acierten a pasar bajo este árbol) que sean indulgentes con las idas de pinza del dueño...

14:00 zulú.
Cuartel General del JAG.
Falls Church, Virginia.

-Todos en pie. Preside el honorable Archibald Tifus.

La multitud que ha venido a ver la sesión final del juicio contra el capitán John McIxidoid, de las Fuerzas Expedicionarias de la Armada de los Estados Unidos, se levanta de sus asientos entre murmullos de impaciencia. La expectación por este proceso ha sido máxima. Fuera de la sala esperan numerosos representantes de los medios de comunicación, ansiosos por registrar, aunque sea, una sola palabra a alguno de los implicados.

El honorable juez Archibald Tifus, general de dos estrellas y veterano de Vietnam, hace su aparición. El público -pues al final se decidió que la vista fuera pública, ante la presión de los medios, por lo que la sala está atestada de larvas e individuos en los primeros estadios de ninfa- se calla y observa cómo el juez camina torpemente hasta su asiento. Su aspecto es impecable, con su hinchado abdomen llenando el uniforme de gala y todas sus condecoraciones recién limpiadas. Con una de sus ocho patas coge el pequeño mazo y golpea la mesa con él.

-Silencio -ordena, innecesariamente. La multitud se sienta-. Hoy se inicia la última sesión por el juicio contra el capitán McIxidoid, acusado de negligencia en el ejercicio del mando y por traición -un murmullo casi inaudible recorre la sala-. ¿Cómo se declara?

El acusado, también de pie y que ha elegido ser su propio abogado, parece tranquilo, pese a lo que se juega.

-Inocente, señoría.

-¿Es consciente los cargos que se le imputan?

-Sí, señoría -repite-. Creo haber demostrado que son cargos infundados.

El representante de la acusación, el coronel Acari, pide la palabra alzando su pata delantera derecha. El general Ixidoid se la concede con un gesto de sus piezas bucales.

-Señoría, hemos traído pruebas, testimonios de compañeros del capitán. Incluso esta sala ha oído la declaración del cabo Paul Tularemi, único superviviente del intento de colonización ilegal ordenada...

-¡Protesto! -exclama el capitán, levantándose en toda su longitud, y hay que decir que casi alcanza el centímetro entero. Para ser un macho, su sola estructura exoesquelética impone-. Todavía no se ha demostrado la veracidad de las acusaciones.

La declaración hace que otro murmullo, esta vez más alto, recorra las filas de asientos entre el público. El juez chasquea sus piezas bucales, molesto.

-¡Orden en la sala! -demanda, golpeando varias veces su mazo contra la mesa-. Silencio o hago desalojar al público. ¡Esto es un juicio serio, por el Gran Arácnido, no una reunión de pulgas! -dicho esto, y tras esperar que de nuevo reine el silencio, se vuelve hacia el acusado-. Tiene razón, capitán -dice, y después vuelve sus ojos simples hacia el fiscal-. Coronel Acari, modere su lenguaje.

-Mis disculpas, general -asiente el fiscal-. Como decía, hemos oído la declaración del cabo Tularemi, único superviviente del intento de colonización ilegal presuntamente ordenado por el acusado, el capitán de las Fuerzas Expedicionarias John McIxidoid. Tal vez su señoría desee volver a escuchar la declaración, grabada durante la sesión de interrogatorios...

El general Tifus duda un momento. Le han presionado mucho desde la cúpula de la Armada. En estos momentos las Fuerzas Expedicionarias no gozan de buena reputación, sobre todo a tenor de los últimos episodios... Preferiría que la vista, el juicio, todo el condenado proceso se hiciese en la más absoluta tranquilidad del procedimiento militar pero... ¡Maldita política! Todavía recuerda cómo eran las cosas hace años, cuando era un "nosotros sobre vosotros", y no un "nosotros con vosotros". Las Fuerzas Expedicionarias ordenaban y las larvas obedecían. ¡Ahhh, qué tiempos aquéllos! Pero ahora mandan la voz del pueblo, y el la mayor parte del pueblo son las larvas.

-De acuerdo, coronel -contesta, consciente de que no es más que sensacionalismo, pero que el sensacionalismo es lo que ahora manda-. Oigamos de nuevo la grabación.

El ujier trae un aparato de reproducción a la sala y lo conecta. Inmediatamente se escuchan dos voces, la del teniente a cargo del interrogatorio, dura pero comprensiva, y la del propio cabo Tularemi, algo aguda, ya que acababa de pasar hacía poco por el último estadio ninfal.

[Teniente]-... entonces, en sus propias palabras, ¿qué fue mal?
[CaboTularemi]-Todo, señor, todo.
[Teniente]-Por favor, continúe. ¿Quiere un vaso de sangre?
[CaboTularemi]-Gracias, señor. Decía que todo estaba mal diseñado desde el principio. Ya me sonaba raro que se ordenara otra incursión colonial, sobre todo tan poco tiempo después de...
[Teniente]-Tranquilo, cabo, tranquilo. Ya sé a qué se refiere. Prosiga, se lo ruego.
[CaboTularemi]-Sí, señor. Sabía que el Alto Mando había ordenado parar las operaciones. Por eso sospeché inmediatamente que la declaración del capitán McIxidoid de que aquello era "una operación encubierta" era algo extraño. Pero, ya sabe, sólo soy un cabo, y mi labor es obedecer a mis superiores.
[Teniente]-Lo sé, cabo. No le estoy acusando de nada.
[CaboTularemi]-Por tanto, acompañé al regimiento de mi capitán, mientras él daba las órdenes desde retaguardia. Al llegar al objetivo estábamos todos muy nerviosos. Había sido un viaje complicado, sobre todo al enterarnos de que habían cortado el césped del parque. ¡Tuvimos que auparnos desde los zapatos, señor! ¡Desde el nivel del suelo!
[Teniente]-Lo comprendo. Nadie en su sano juicio ordena un asalto así. Es contrario al Reglamento.
[CaboTularemi]-Lo sabía, sí. Pero hicimos lo que nos ordenó el capitán. Fueron horas insufribles de escalada, se lo juro. Y cuando ya estábamos a punto de establecernos... la ducha.
[Teniente]-Beba, cabo, beba. Conozco por propia experiencia el horror de semejante circunstancia. Primero el agua caliente, luego el desinfectante y las friegas...
[CaboTularemi]-En cuanto pude, salté. Caminé hasta aquí, a pesar de haber perdido dos de mis patas, cruzando interminables metros de pasillo...

Siguen varios minutos con la voz del cabo superviviente relatando su odisea. El general Tifus decide que ya es suficiente de tanta payasada, y ordena parar la reproducción de la declaración del cabo.

-Bien, señores -comienza el general-. Creo que ya basta. Considero que el caso ya está listo para sentencia. Capitán John McIxidoid, levántese -ordena, a lo cual obedece el acusado-. Considerando las pruebas presentadas por la acusación, y las presentadas por usted, tengo que tomar la decisión de...

En ese momento, toda la sala tiembla. Los folículos se mueven violentamente, ondulantes.

-Estaba diciendo que -continúa el juez, tras cesar los movimientos casi espasmódicos que sacuden la sala-, en vista de lo presentado, yo...

Entonces las sacudidas se repiten. Varios individuos entre el público chillan, temerosos. Nunca han pasado por algo así y tienen miedo.

-¡Orden! ¡Orden! -demanda el juez Tifus, golpeando una y otra vez con su mazo.

Pero los movimientos no cesan esta vez, sino que se hacen más violentos. Varios folículos sobre los que está sentado parte del público se desprenden, junto a sus ocupantes, que gritan de absoluto de terror. Sus voces se pierden en la lejanía. Los presentes se levantan, intentando alcanzar los puntos de salida pre-establecidos. Después viene un extraño hedor. Extraño, pero conocido por varios de entre el público. Entonces, para absoluto pasmo de todos, algo brillante llega desde el cielo.

-¡Corran, escóndanse! -grita el ujier, intentando hacerse cargo de la situación-. Son  ¡oh, Gran Arácnido! las Pinzas... ¡las Pinzas! ¡Y el desinfectanteeeeeargggggg....!

...

El teniente Bud Roberts, con una frasco de líquido desinfectante anti-parasitario en una mano y las pinzas de despulgar en la otra, se ocupa metódicamente del miembro más veterano de todos cuantos forman el personal del Cuartel General del JAG. Pasados unos minutos asiente, sonriendo y palmeando la cabeza de su "paciente".

-Bien, Fido, ya está. Ya no te volverán a molestar esos malditos bichos...

El casi anciano perro, sacando la lengua y aupándose hasta el teniente Roberts, recompensa con un lametón en la cara a su benefactor. Después, ladrando juguetonamente, se marcha hasta su "despacho", el cuarto del conserje, a comer. Hoy tocan sobras de guisado...

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6 errantes soñaron:

eulez dijo...

Yo creía que en cualquier momento alguien iba a decir aquello de "Sí, yo ordené el ćodigo rojo!!"... Pero al final, no..

Jezabel dijo...

Diorrr, que parasitocidio! Lloraré y lloraré.

Siesp... dijo...

Rad, si ese desinfectante es efectivo, ¿lo podríamos usar nosotros para lo que tú y yo imaginamos?

Habrás ganado el award, o como se diga, ¿no?

Muy bueno. Felicidades.

B dijo...

Me he reído imaginando a los asquerosos y pobres bichos...espero que ganes...dónde hay que votar?

Anónimo dijo...

La Excelsa Academia de los Premios Copépodo de Oro le agradece su participación y le desea mucha suerte.

Radagast dijo...

Gracias por las risas. De eso se trataba, chicos XD.

Siesp, si no funciona, estoy seguro de que el siempre efectivo lanzallamas estará más que dispuesto a derramar su Sagrado Fuego Purificador sobre ellos.

Bich, la votación la hace el jurado seleccionado. Es una lástima que tú no formes parte de él... Siempre es bueno tener influencias, no? :P